Si entre tanto silencio que llevo, ignorado y marginado, se hace interminable casa segundo. Mi cabeza piensa en miles de cosas, proque ya no se que he de hace, ni si aquello que digo o hago estábien dicho o hecho. Es el peor momento, cuando ya no importa si ganar o perder. Cuando todo se relativiza y ya nadie es nadie, o por lo menos yo ya no soy yo. Poque en cuanto no sepa, como es el caso, qué hacer o no hacer con todo aquello que pienso, la bola se va haciendo cada vez más grande. la paranoia crece a cada instante y cuesta mucho aterrizar. Poner los pies en el suelo e intentar no ahogarse en el mar más profundo. Al final resulta ser imaginario, igual que los dibujos del aire o la escalera del viento. Resultante de un peldaño más otro que no va a ninguna parte. Por más que andes, subas o bajes, rusulta que estás en el mismo sitio, eso si! con una bola que crece y crece. Quizás simplemente el tren al que no se escucha ni venir, ni alejarse, es que ha venido tantas veces y se ha ido sin que nadie se entere, o sin que sepamos que viene y va continuamente y no le hacemos caso.
¿Culpable? ¿Culpable quién? Se pregunta un criminal. Luego cuando se le dice de qué se le acusa, te mira. Se ríe y te dice: "Por lo menos a mi me dicen qué he hecho mal, a ti ni..."
Ignorado. Marginado. Pero entonces te vuelves a preguntar: ¿Quién tiene la culpa? La culpa de qué? Simplemente puede que sólo haya sido un sueño, o ella 150 cumpliendo 16, y me haya creído partícipe y encima protagonista de una historia, que ojalá se hubiese desvanecido en la madrugada como el mejor de los sueños. Pero en vez de eso, se mantiene en la cabeza y pesa.
Pesa mucho. Y lo que más pesan son las palabras. Pero no las que tienen voz, esas son fáciles de digerir. Son aquellas que no se dicen las que más pesan. Las que no son capaces de flotar en el mar más profundo, porque no lo intentan. Y sin embargo se ahogan en el primer charco de agua que encuentran a su paso. Se van quedando poco a poco sin aire y mueren en el silencio.
Silencio. Silencio ruidoso. Ruído. Ruído del mundo que te ahoga en él y te absorve. Te deja sin identidad propia. Ya no eres tú, ni tus circunstancias son tuyas, te has ahogado en el primer charco que te has encontrado. Y no nos atrevemos a salir de él porque es cómodo. No hay que hacer nada, únicamente dejarse ahogar. Y mientras tanto, el tren llega a su parada, pero no pregunta. No pregunta quién sube o quién baja. Cada uno decide si subir o seguir ahogado, seguir en el más silencioso ruído del mundo que nos protege de la nada.
Subes.
Bajas.
Te quedas.
Si me quedo ya sé lo que tengo, charcos que me ahogan. No puedo puedo bajar porque no he subido a ningún sitio. Si subo, a donde iré? Pero mejor perderse que no embarcar nunca. Mejor intentarlo, que dejar de intentar.
Subir al tren, que aunque sin destino fijo, te llevará de aquí a ......
¿Te quedas? ¿Te bajas? ¿Subes?
(otro rescate de la mudanza)
me subo, por supuesto, de qué sirve estar parado en medio de un charco dejando que los pies se calen?
ResponderEliminar:) rescata más!